La Inteligencia De Las
Células
Por Bruce H Lipton, PhD
Traducido por Jorge y Silvia Patrono de www.creandotuvida.com
(Originalmente
publicado en Peak Vitality: Raising the Threshold of Abundance in Our Material.
Spiritual and Emotional Lives (2008) Editor: J. M. House, Elite Books, Santa
Rosa, CA)
Tan pronto como el Proyecto del Genoma Humano arrancó al final de
1980, los científicos comenzaron a adquirir una nueva forma de ver cómo
funciona la vida. Su revolucionaria investigación se convirtió en la fundación
de una nueva rama científica conocida como control epigenético, la cual
ha sacudido los cimientos de la biología y la medicina. Revela que nosotros no
somos “víctimas”, sino “amos”de nuestros genes.
La versión convencional de herencia que todavía se enseña en las
escuelas, enfatiza el control genético, o “control por genes”. Sin
embargo, los nuevos mecanismos revelados del control genético proveen
una visión profundamente diferente de cómo se maneja la vida. El prefijo
derivado del Griego epi-significa“por encima”. Consecuentemente, la
traducción literal de control epigenético, es “control por encima de los
genes”. Los genes no controlan la vida, la vida está controlada por algo por
encima de los genes. Este conocimiento de cómo la vida funciona nos provee el
elemento más importante en nuestra búsqueda por el poder propio.
La nueva ciencia de epigenética reconoce que las señales del medio
ambiente son los reguladores primarios de la actividad de los genes. Como está
descripto en mi libro, The Biology of Belief: Unleashing the Power of
Consciousness, Matter and Miracles ("La Biología de la Creencia:
Liberando el Poder de la Consciencia, Materia y Milagros"), las células
leen las condiciones de su medio ambiente y responden a las mismas usando los
interruptores de las percepciones de la membrana de la proteína. Los interruptores
activados envían señales para controlar la conducta y regular la actividad de
los genes -las huellas hereditarias usadas para crear el cuerpo.
Asombrosamente, la información epigenética puede modificar o editar la lectura
de la huella de un gen para crear 30,000 diferentes variaciones de proteínas
-los bloques moleculares que construyen la célula- desde el mismo
gen. Este proceso de edición puede proveernos productos de proteínas normales o
disfuncionales desde el mismo gen. Uno puede haber nacido con genes sanos, y a
través de procesos epigenéticos, expresar comportamientos mutantes, tales como
el cáncer. Asimismo, uno puede haber nacido con genes mutantes defectuosos y
por medio de mecanismos epigenéticos crear proteínas y funciones normales
saludables.
Se ha comprobado la falsedad de la creencia convencional de que el
genoma representa al equivalente de una computadora con programas que se pueden
“leer solamente”. Los mecanismos de la epigenética modifican la lectura del
código genético lo que significa que los genes en realidad representan
programas que se pueden “leer-escribir”, en donde las experiencias de la vida
redefinen activamente la expresión genética de un individuo. ¡La “nueva”
biología está basada en el hecho de que la percepción controla el
comportamiento y la actividad del gen! Esta versión revisada de la ciencia,
enfatiza la realidad de que nosotros controlamos activamente nuestra expresión
genética momento a momento a través de nuestras vidas. En lugar de vernos como
víctimas de nuestros genes, debemos asumir la responsabilidad de que nuestras
percepciones están moldeando dinámicamente nuestra biología y comportamiento.
Cuando los organismos experimentan el medio ambiente, sus
mecanismos de percepción afinan la expresión genética para aumentar las
oportunidades de supervivencia. La expresión de una biología sana o enferma
está directamente influenciada por la exactitud de la interpretación o
percepción que tiene un individuo en relación a su medio ambiente. Las
percepciones incorrectas re-escriben la información genética tan efectivamente
como las percepciones acertadas, pero con consecuencias mucho más graves y
hasta quizás peligrosas para la vida.
Durante los primeros tres mil quinientos millones de años de vida
en este planeta, la biosfera consistía en una población masiva de organismos
unicelulares individuales, tales como bacterias, fermentos, algas y protozoos.
Hace alrededor de 700 millones de años, las células individuales comenzaron a
juntarse en colonias multicelulares. La conciencia colectiva adquirida en una
comunidad de células era mucho mayor que la conciencia de una célula
individual. Como la conciencia es un factor primario en la supervivencia de los
organismos, la experiencia comunitaria ofrecía a sus ciudadanos muchas más
oportunidades de estar vivas y reproducirse.
Las primeras comunidades de células, al igual que las primeras
comunidades humanas, eran clanes básicos de cazadores en los cuales cada
miembro de la sociedad ofrecía los mismos servicios para apoyar la
supervivencia de la comunidad. Sin embargo, cuando las densidades de ambas
comunidades, celular y humana, alcanzaban números más grandes, ya no era más
eficiente o efectivo que todos los individuos hicieran el mismo trabajo. En
ambos tipos de comunidades, la evolución llevó a los individuos a asumir
funciones especializadas. Por ejemplo, en comunidades humanas, algunos miembros
se enfocaban en cazar, otros en las tareas domésticas o en la crianza de un niño.
En comunidades celulares, la especialización significaba que algunas células
empezaban a diferenciarse de las otras como en el caso de las células del
sistema digestivo, las células del corazón, y otras como las células de los
músculos.
La mayoría de los billones de células que forman cuerpos tales
como los nuestros, no tienen percepción directa del medio ambiente externo. Las
células del hígado “ven” lo que sucede en el hígado, pero no saben directamente
que es lo que sucede en el mundo fuera de la piel. La función del cerebro y el
sistema
La naturaleza exitosa de las comunidades multicelulares permitió
(no permitieron) a los cerebros en evolución dedicarles un vasto número de
células para catalogar, memorizar e integrar percepciones complejas. La
habilidad de recordar y seleccionar entre los millones de experiencias
percibidas de la vida provee al cerebro con una base de datos creativa muy
poderosa desde la cual puede crear complejos repertorios de comportamiento.
Cuando se ponen en juego, estos programas de comportamiento dotan al organismo
con el rasgo característico de la conciencia: el estado de estar despierto y
consciente de lo que está sucediendo alrededor suyo.
Muchos científicos prefieren pensar sobre la conciencia en
términos de una cualidad digital: un organismo lo tiene o no. Sin embargo, una
evaluación de la evolución de las propiedades biológicas sugiere que la
conciencia, como cualquier otra cualidad, evoluciona con el tiempo.
Consecuentemente, el carácter de la conciencia se expresaría a sí mismo en
forma de diferentes grados de conciencia que van desde sus raíces más simples
en organismos primitivos, al carácter único de la conciencia de sí mismo
manifestado en los humanos y otros vertebrados más elevados.
La expresión de la conciencia de sí mismo está específicamente
asociada a una pequeña adaptación evolutiva en el cerebro conocida como la
corteza pre frontal. Esta es la plataforma neurológica que nos permite darnos
cuenta de nuestra identidad personal y experimentar la cualidad de “pensar”.
Los monos y organismos menores no expresan conciencia de sí mismos. Cuando se
miran a un espejo, los monos nunca se darán cuenta de que se están mirando a sí
mismos; siempre percibirán que la imagen es de otro mono. Por el contrario,
chimpancés neurológicamente más avanzados, cuando se miran a un espejo perciben
la reflexión del espejo como la imagen de ellos mismos.
Una diferencia importante entre la conciencia del cerebro y la
conciencia de sí mismo, de la corteza pre frontal, es que la conciencia
permite que un organismo mida y responda a condiciones inmediatas de su medio
ambiente que son importantes en ese momento. Por otro lado, la conciencia de sí
mismo permite que el individuo mida las consecuencias de sus acciones con
respecto no sólo a como impactan en el momento presente sino también como
influirán el futuro.
La conciencia de sí mismo es un complemento evolucionario de la
conciencia ya que provee otra plataforma para crear comportamiento: el rol de
“sí mismo” en el proceso de tomar decisiones. Mientras que la conciencia les
permite a los organismos participar en la dinámica del “juego” de la vida, la
calidad de la conciencia de sí mismo ofrece una oportunidad para ser
simultáneamente un observador desde la “audiencia.” Desde esta perspectiva, la
conciencia de sí mismo provee al individuo la opción de la auto-reflexión,
revisar y editar la actuación de su personaje. Nos podemos referir a las
funciones conscientes y conscientes de sí mismo del cerebro en forma colectiva
como la mente.
En lenguaje convencional, nos referimos al mecanismo consciente
del cerebro asociado a comportamientos de estimulo-respuesta automatizado como
la mente subconsciente o inconsciente, en razón de que sus funciones no requieren
ni observación ni atención de la mente consciente de sí misma. Las funciones de
la mente subconsciente se desarrollaron mucho antes que la corteza pre frontal;
consecuentemente, puede operar exitosamente un cuerpo y su comportamiento sin
ninguna contribución de la mente consciente de sí misma más desarrollada.
El poder de la mente subconsciente se basa en su habilidad de
procesar cantidades masivas de información, adquirida de las experiencias de
aprendizaje directas e indirectas, a una velocidad extraordinaria. Se ha
estimado que la masa del cerebro que provee la función subconsciente tiene la
habilidad de interpretar y responder a más de 40 millones de impulsos nerviosos
por segundo. Por el contrario, se estima que la diminuta corteza pre frontal de
la mente consciente de sí misma sólo puede procesar alrededor de 40 impulsos
nerviosos por segundo. Como procesador de información, la mente subconsciente
es un millón de veces más poderosa que la mente consciente de sí misma.
Como compensación por la gran capacidad de procesamiento, la
mente subconsciente expresa sólo una habilidad creativa marginal -una que puede
ser comparada a la de un niño precoz de 5 años. En contraste con el libre
albedrío ofrecido por la mente consciente, la mente subconsciente expresa
primeramente “hábitos” de estímulo-respuesta pregrabados como caminar, vestirse
o manejar un automóvil.
Aunque la habilidad de la corteza pre frontal para cumplir tareas
múltiples está físicamente limitada, la mente consciente de sí misma puede
enfocarse en cualquier función en el cuerpo humano y controlarla. Hubo un
tiempo en que se pensó que algunas de las funciones del cuerpo -como la
regulación de los latidos del corazón, la presión sanguínea y la temperatura
del cuerpo- estaban más allá del control de la mente consciente de sí misma.
Actualmente está reconocido que los yogis y otros practicantes que entrenan la
mente consciente, pueden controlar completamente las funciones que
anteriormente eran definidas como comportamiento involuntario.
Los componentes de la mente subconsciente y consciente de sí misma
funcionan en conjunto, siendo el subconsciente el que controla cada
comportamiento que no es atendido por la mente consciente de sí misma. Rara vez
las mentes conscientes de sí mismas de la mayoría de la gente están enfocadas
en el momento presente ya que el procesamiento mental salta continuamente de un
pensamiento a otro. La mente consciente de sí misma está tan preocupada con
pensamientos sobre el futuro, el pasado, o resolviendo algún problema
imaginario, que la mayor parte de nuestras vidas estamos controlados por
programas de la mente subconsciente.
Los neuro científicos cognoscitivos concluyeron que la mente
consciente de sí misma proporciona solamente alrededor de un 5 por ciento de la
actividad cognitiva. Consecuentemente, el 95 por ciento de nuestras decisiones,
acciones, emociones y conductas son derivadas del procesamiento desapercibido
de la mente subconsciente. Esta información revela que nuestras vidas no están
controladas por nuestras intensiones y deseos personales como solíamos creer.
¡Haz la cuenta! Nuestro destino está bajo el control de las experiencias
pre-programadas manejadas por la mente subconsciente.
Los programas más poderosos y de mayor influencia en la mente
subconsciente se originaron durante el periodo formativo entre la gestación y
los 6 años de edad. Y aquí está el problema -estos programas
Sin que los padres lo sepan, sus palabras y acciones han sido
grabadas continuamente en las mentes de sus hijos. Como el rol de la mente es
encontrar una coherencia entre sus programas y la vida real, el cerebro genera
respuestas de comportamiento apropiadas a los estímulos de la vida para
asegurar la “verdad” de las percepciones programadas.
Vamos a aplicar este concepto en un comportamiento de la vida
real: imagínate que eres un niño de 5 años haciendo un berrinche generado por
el deseo de tener un juguete en particular. Tratando de parar la situación, tu
padre te grita, “No te mereces nada.” Ahora eres un adulto y en tu mente
consciente de sí misma estas considerando la idea de que tienes las cualidades
y el poder para asumir una posición de liderazgo en tu trabajo. Mientras estás
teniendo esta idea positiva en la mente consciente de sí misma, todos tus
comportamientos están manejados automáticamente por los programas que están en
la poderosa mente subconsciente. Como tus programas fundamentales de conducta
son aquellos derivados de tus años de formación, la advertencia de tu padre que
dice que “tú no mereces nada” se puede convertir en la directiva automática de
tu mente subconsciente. Así que mientras tienes pensamientos maravillosos de un
futuro positivo y no estás prestando atención, tu mente subconsciente
automáticamente se dedica a crear una conducta auto saboteadora para asegurar
que tu realidad coincida con tu programa de “no merecer.”
Y aquí está la trampa: la conducta está controlada automáticamente
por los programas de la mente subconsciente cuando la mente consciente de sí
misma no está enfocada en el momento presente. Cuando la mente consciente de sí
misma reflexiva está preocupada con algún pensamiento y no está prestando
atención, no observa las conductas automáticas derivadas de la mente
subconsciente. Como el 95 por ciento o más de nuestra conducta proviene de la
mente subconsciente… ¡entonces la mayoría de nuestras conductas son invisibles
para nosotros!
Por ejemplo, considera que conoces a alguien íntimamente y que
también conoces a sus padres. Desde tu perspectiva ves que la conducta de tu
amiga se parece mucho a la de su madre. Y entonces un día muy casualmente le
comentas a tu amiga, “ ¿Sabes qué María? Eres igual a tu madre.” “¡Sal de
aquí!” Incrédulamente y tal vez conmocionada, es muy probable que María
responda. “¿Cómo puedes decir eso?” El chiste cósmico es que todo el mundo
puede ver que la conducta de María se parece a la de su madre excepto María.
¿Por qué? Simplemente porque cuando María está enganchada en los programas de
conducta subconsciente que ha grabado en su juventud mientras observaba a su
madre, su mente consciente de sí misma no está prestando atención. En esos
momentos, sus programas subconscientes automáticos operan sin ser observados.
Consecuentemente, cuando la vida no funciona como fue planeada,
raramente reconocemos que nosotros hemos contribuido a nuestras propias
decepciones. Como generalmente no estamos conscientes de la influencia de nuestras
propias conductas subconscientes, naturalmente nos percibimos como víctimas de
fuerzas externas. Desafortunadamente, al asumir el papel de víctimas estamos
aceptando que no tenemos el poder de manifestar nuestras intenciones. ¡Nada
está más lejos de la verdad! El principal determinante
Existen tres fuentes de percepciones que controlan nuestra
biología y comportamiento. Las percepciones más primitivas son las que
adquirimos por nuestro genoma. Dentro de nuestros genes existen programas que
proveen conductas de reflejos fundamentales denominados instintos. Retirar la mano
del fuego es un comportamiento derivado de la genética que no tiene que ser
aprendido. Instintos más complejos incluyen la habilidad de los bebes recién
nacidos de nadar como delfines o la activación de mecanismos de curación
innatos para reparar el sistema dañado o eliminar un bulto cancerígeno. Los
instintos genéticamente heredados son percepciones adquiridas de la naturaleza.
La segunda fuente de percepciones que controlan nuestras vidas
está representada por las memorias derivadas de las experiencias de vida
grabadas en la mente subconsciente. Estas percepciones aprendidas,
profundamente poderosas, representan la contribución de la crianza. Entre las
percepciones de vida más tempranas que se grabarán, figuran las emociones y
sensaciones experimentadas por la madre al responder a su mundo. La nutrición,
la química emocional, las hormonas y el factor de estrés que controlan las
respuestas de la madre a las experiencias de vida, cruzan la barrera de la
placenta e influyen la fisiología fetal y su desarrollo. Cuando la madre está
feliz, también lo está el feto. Cuando la madre tiene miedo, el feto también.
Cuando la madre “rechaza” al feto como una amenaza potencial a la supervivencia
familiar, el sistema nervioso del feto queda pre-programado con la emoción de
haber sido rechazado. El valioso libro de Sue Gearhardt “Why Love Matters”
("Por qué Importa el Amor") revela que el sistema nervioso del feto
graba memorias de experiencias intrauterinas. En el momento que el bebé nace,
la información emocional grabada de las experiencias de vida intrauterina ya ha
formado la mitad de la personalidad de ese individuo.
Sin embargo, la programación perceptual más influyente de la mente
subconsciente ocurre en el período que va desde el nacimiento hasta los
primeros seis años de vida. Durante este tiempo el cerebro del niño está
grabando todas las experiencias sensoriales además de estar aprendiendo
complejos programas motores para hablar, y para aprender primero cómo gatear,
luego a pararse, y finalmente a correr y saltar. Simultáneamente, la mente
subconsciente adquiere percepciones relacionadas a los padres, quiénes son
ellos y qué hacen. Luego, observando los patrones de conducta de la gente de su
medio ambiente inmediato, el niño aprende a percibir conductas sociales
aceptables e inaceptables que se convierten en los programas subconscientes que
establecen las “reglas” de vida.
La naturaleza facilita el proceso de enculturación aumentando la
habilidad de la mente subconsciente para adquirir cantidades masivas de
información. Los resultados de EEG (electroencéfalogramas) de cerebros de
adultos revelan que la actividad eléctrica neural está relacionada con al menos
5 estados de conciencia diferentes, cada uno asociado con un nivel de
frecuencia diferente:
delta 0.5-4
Hz sueño/inconsciente
theta 4-8Hz
imaginación
beta 12-35
Hz conciencia enfocada
gamma >35
Hz rendimiento pico
Entre los dos y seis años de edad, la actividad del cerebro del
niño se acrecienta y opera fundamentalmente en el rango de theta. En el
adulto, la actividad thetaestá asociada con estados de ensueño o
imaginación. Mientras están en el estado theta, los niños pasan la mayor
parte del tiempo mezclando el mundo imaginario con el mundo real. Únicamente
después de los seis años de edad, la consciencia calma asociada con la
actividad alpha se convierte en un estado predominante del cerebro. A
los doce años, el cerebro expresa todos los rangos de frecuencia, aunque su
actividad principal está en el estado beta de consciencia enfocada. Los niños
dejan la escuela primaria atrás a esta edad y entran a los programas académicos
más intensos de la escuela secundaria.
Un hecho profundamente importante en la evolución descrita más
arriba y que puede haber escapado a su atención, es que los niños no expresan
las frecuencias alpha del procesamiento consciente como un estado predominante
del cerebro hasta después de los seis años de edad. La actividad predominante
delta y theta en niños de menos de seis años significa que sus cerebros están
operando a niveles por debajo del consciente. Las frecuencias del cerebro delta
y theta definen un estado cerebral conocido como trance hypnogógico, el mismo
estado neural que los hipnoterapeutas usan para cargar nuevas conductas
directamente en la mente subconsciente de sus clientes.
El niño vive los primeros seis años de su vida en un trance
hipnótico. Durante este tiempo, sus percepciones del mundo son grabadas
directamente en el subconsciente, sin la discriminación de la mente consciente
de sí misma, la cual se encuentra latente. En consecuencia, aprendemos nuestras
percepciones fundamentales sobre la vida antes de que expresemos la capacidad
de elegir o rechazar esas creencias. Simplemente somos “programados.” Los
Jesuitas eran conscientes de este estado de programación y se jactaban
orgullosamente: “Dennos a un niño hasta que cumpla seis o siete años de edad y
pertenecerá a la iglesia de por vida.” Ellos sabían que una vez que el dogma de
la iglesia era implantado en la mente subconsciente de un niño, esa información
influenciaría inevitablemente el 95 por ciento de la conducta de ese individuo
por el resto de su vida.
La inhibición del procesamiento consciente (actividad alpha del
EEG) y el compromiso simultáneo de un trance hipnogógico durante las etapas
formativas de la vida de un niño son una necesidad lógica. Los procesos del
pensamiento asociados con la mente consciente de sí misma no pueden operar
desde una pizarra en blanco. La conducta consciente de sí misma requiere de una
base de datos operativa de las percepciones aprendidas. En consecuencia, antes
de que la conciencia de sí misma sea expresada, la función primaria del cerebro
es adquirir una conciencia del mundo operativa, grabando experiencias y observaciones directamente en la mente subconsciente.
Sin embargo, el adquirir consciencia de esta forma tiene un lado negativo muy
serio. La consecuencia es tan profunda que no sólo afecta la vida del
individuo, sino que también puede alterar a una civilización entera. El tema
está relacionado con el hecho de que nosotros grabamos nuestras percepciones y
creencias sobre la vida mucho antes de adquirir la habilidad del pensamiento
crítico. Nuestras primeras percepciones están literalmente escritas en piedra
como verdades inequívocas en la mente subconsciente, donde habitualmente operan
de por vida, a menos que hagamos un esfuerzo activo para re-programarlas.
Cuando siendo pequeños grabamos creencias limitadoras y saboteadoras sobre
nosotros mismos, estas percepciones se convierten en nuestras verdades, y
nuestro procesamiento subconsciente generará inadvertidamente conductas que son
coherentes con esas verdades.
Las percepciones adquiridas en la mente
subconsciente pueden hasta anular los instintos dotados genéticamente. Por
ejemplo, cada ser humano puede nadar instintivamente como un delfín en el
momento que sale del canal de parto. Entonces, ¿por qué tenemos que esforzarnos
tanto para enseñarles a nadar a nuestros hijos? La respuesta reside en el hecho
de que cada vez que la criatura se encuentra frente al agua, como ser en una
piscina, un río o en la tina de baño llena, los padres se desesperan
preocupados por la seguridad de su hijo. En la mente del bebé, la conducta de
los padres hace que el niño identifique al agua como algo que tiene que temer.
La percepción adquirida del agua como algo peligroso y amenazante, invalida la
habilidad instintiva de nadar y convierte al niño, anteriormente capacitado, en
alguien susceptible a ahogarse.
A través de nuestras experiencias de desarrollo, adquirimos la
percepción de que somos organismos frágiles y vulnerables, a merced de gérmenes
y enfermedades contagiosas. La creencia de que somos frágiles realmente nos
hace frágiles, ya que esta percepción limitada inhibe la habilidad innata del
cuerpo de curarse a sí mismo. Esta influencia de la mente en los procesos
curativos es el foco de la psiconeuroinmunología, el campo que describe el
mecanismo por el cual nuestros pensamientos cambian la química del cerebro, la
cual a su vez regula la función del sistema inmunológico. Mientras las
creencias negativas pueden provocar enfermedades (el efecto nocebo), la
enfermedad resultante se puede aliviar a través de los efectos curativos de los
pensamientos positivos (efecto placebo).
Finalmente, la tercera fuente de percepciones que da forma a
nuestras vidas deriva de la mente consciente de sí misma. A diferencia del
programa reflexivo de la mente subconsciente, la mente consciente de sí misma
es una plataforma creativa que nos permite mezclar la gran variedad de
reflexiones con la infusión de la imaginación, un proceso que genera un número
ilimitado de creencias y variaciones de conducta. La calidad de la mente
consciente de sí misma dota a los organismos de una de las fuerzas más
poderosas del universo, la oportunidad de expresar el libre albedrío.
Tomando Responsabilidad Personal
Todos nosotros hemos sido encadenados emocionalmente debido a
conductas disfuncionales programadas por las historias del pasado. Sin embargo,
la próxima vez que estén “hablándose a sí mismos” con la esperanza de cambiar
los programas subconscientes de sabotaje, es importante tomar en cuenta la
siguiente información. Usar la razón para comunicarse con el subconsciente con
el propósito de cambiar la conducta es el equivalente a tratar de cambiar el
programa de un cassette hablándole al grabador. En ninguno de ambos casos
existe una entidad dentro del mecanismo que responderá a nuestro diálogo.
Aprender cómo aprovechar nuestras mentes para promover el
crecimiento es el secreto de la vida, y es por lo cual me refiero a esta nueva
ciencia como La Biología De La Creencia (del inglés: “The Biology Of Belief”).
Al volvernos más conscientes y depender menos de los programas automáticos
subconscientes, nos transformamos en los dueños de nuestro destino en lugar de
las “víctimas” de nuestros programas. De esta forma podemos re-escribir viejas
percepciones limitadoras y transformar activamente el carácter de nuestras
vidas para que estén llenas de amor, salud y prosperidad, los cuales son
nuestro derecho de nacimiento.
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